Jugar es la principal actividad de la infancia y se caracteriza por ser un acto voluntario, libre y espontáneo y de disfrute para el niño ya que permite al niño aprender en forma divertida y de manera casual, ya que favorece no solo aspectos motrices y cognitivos, si no también lingüísticos y sociales.
Las actividades lúdicas permiten avances significativos en el desarrollo cognitivo y comunicacional, favoreciendo la verbalización, el aumento del vocabulario, la comprensión del lenguaje, la capacidad de concentración, la imaginación y creatividad, la curiosidad, el control de impulsos, la resolución de problemas, la empatía y la cooperación, así como también la participación en grupo, entre otras cosas. Por esta razón, es necesario brindar el espacio propicio para distintos entornos lúdicos: el juego espontáneo y libre, amoldándonos a la creatividad e imaginación del niño; el juego con sus pares y el juego mediado por el adulto.
Investigaciones han demostrado que jugando se estimulan un 25% más la sinapsis neuronal del cerebro del niño, enriqueciendo ambos lados del cerebro, hemisferio derecho e izquierdo.
Existen diversos tipos de juegos, acordes a las diferentes etapas madurativas:
El juego sensorio-motor, según Piaget, de 0 a 2 años permite al pequeño explorar el mundo a través de su propio cuerpo. Es una etapa primordial en el desarrollo del lenguaje, denominada etapa prelingüística, aquí el pequeño utiliza primero el llanto y la sonrisa para comunicar sus necesidades y, sus deseos, luego juega con su aparato vocal emitiendo vocalizaciones, balbuceos cada vez más complejos y las primeras.
Posteriormente, aproximadamente a la edad de 2 años y hasta los 7, comienza una fase caracterizada por el egocentrismo y la fantasía con la que ven todo. Sus estructuras mentales se van desarrollando y ya son capaces de asociar imágenes u objetos a significados distintos del que tienen. Aquí aparece el famoso juego simbólico, o el juego del "como si", en donde una pequeña caja de zapatos se convierte en un fantástico auto de carreras o una vieja escoba en un caballo veloz, el niño es capaz de transformar los objetos en lo que desea, mediante el símbolo interioriza el mundo exterior y lo adapta a sus necesidades, así potencia la imaginación, la creatividad y la representación. El niño utiliza el juego para liberar sus impulsos, se introduce en el aprendizaje de conductas sociales, asumiendo roles y aprendiendo reglas necesarias para conseguir regular su comportamiento y conocer sus emociones.
Ente los 4 y 6 años aparece un juego pre-social, ya que necesita de compañeros en sus juegos. En esta etapa surgen los roles a la hora del juego, y tiene lugar, también, la representación e imitación de la vida del adulto, lo que conlleva un aumento de vocabulario y del contacto verbal. El niño pasa, posteriormente, a un juego reglado, donde se evidencia un lenguaje ya madurado. Los juegos serán numerosos y el lenguaje tendrá una gran importancia: surgirán discusiones y establecerán reglas de juego y planes de acción. Cómo estimular el lenguaje a través del juego:
- Invitar al niño a usar el lenguaje para decir lo que siente y lo que quiere.
- Responder a las palabras y no a los gestos cuando pide algo.
- Enseñarle a través de canciones.
- Leerle cuentos largos, exagerando la expresividad y mostrando los dibujos para un apoyo visual.
- Hablar con el niño si usar formas infantiles o diminutivos.
- Al jugar con el niño, evite corregir sus errores en el habla, más bien, recurra a técnicas de modelado del lenguaje, repitiendo lo emitido por el pequeño, pero de forma adecuada, brindando el modelo correcto.
El formato referencial del juego cumple dos funciones en el desarrollo cognitivo del niño: primero, conforma con el lenguaje la representación semántica del objeto cuyo conocimiento comparten la madre y el hijo. Segundo, la madre también le enseña al niño que hay formas de desambiguar la referencia, para aclarar su sentido: Tiene orejas largas (es conejo). Es decir, la interacción no solo sirve para estimular el desarrollo del lenguaje en su función referencial, sino que funciona como vehículo de transmisión cultural a partir del acrecentamiento de los saberes.
Es importante proveer al niño de tantas experiencias y actividades distintas como sea posible, pero adecuándolas a su capacidad y desarrollo. El juego es la mejor herramienta para adquirir un buen desarrollo físico y motor, cognitivo, social y comunicativo, así como emocional-afectivo.
A través del juego, despertamos la curiosidad y el asombro en el pequeño, estamos desarrollando su capacidad cognitiva. Al entender cómo funcionan los objetos y el anticiparse a las consecuencias de sus acciones, estamos estimulando la capacidad de aprender, y las habilidades que despertamos son la formación de conceptos, memorización, categorización, ubicación espacial, propiciamos la atención para asimilar y comprender la relación causa-efecto. Todo lo que se aprende a través del juego se asimila más rápido y mejor.
María Dinorah Sánchez Granados, 2021
Psicóloga clínica de niños y adultos
Intervención integral a niños con trastornos en el neurodesarrollo
Terapeuta de lenguaje
Fundadora y directora general en CRESCERE